Al primer suspiro de la mañana, pude sentir el aroma de la lluvia que tocaba mi ventana, abriendo los ojos poco a poco encontré la niebla matutina que opacaba la visión hacia la gente.
Al caminar por el jardín pude ver una rosa bañada de rocío y un recuerdo que descansaba entre las hojas.
Pensé que más tarde esa nube partiría, alejaría el agua de mi vida y de cierta manera esperaba el nacimiento de un sol nuevo que iluminara mi sonrisa.
Fue pasando el tiempo mientras el aire fresco daba vida a mi camino, mientras el agua fría lavaba mi corazón.
Llegó la tarde y con ella encontré tu mirada en el pasado, con una caricia que parecía eterna y un te quiero encarnado entre mi voz.
Hoy el agua sigue cayendo sobre mí, limpiando tu recuerdo, alimentando mi sed y aclarando mi camino para encontrar una morada nueva, un nuevo resplandor.
21 enero 2009
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